El PRI y los niños
Jorge G. Castañeda
Con la prensa mexicana siempre es
difícil determinar qué es humor involuntario, mentira o simple incomprensión de
un tema por parte de reporteros mal pagados. Me he preguntado con frecuencia si
Monsiváis realmente citaba pasajes absurdos de diversas publicaciones en su
ingenioso pero repetitivo Por mi madre bohemios, o si sencillamente los
inventaba.
Como prenda, baste este botón de
Reforma, el 22 de agosto: “Los legisladores del grupo parlamentario deberán
abstenerse de recibir cualquier tipo de soborno y apoyo que pudiera comprometer
su participación y/o el sentido de su voto”, establece el reglamento interno de
la bancada tricolor... Las nuevas normas, aprobadas en la plenaria de la
fracción, también prohíben a los diputados hacer uso de recursos materiales o
humanos de la bancada para fines personales. Además, están obligados a
propiciar una imagen pública “positiva y que prestigie” sus funciones como
legisladores. “Deben mostrar conductas y actitudes éticas, democráticas,
actuando con honestidad, transparencia y compromiso”. Según las disposiciones,
los diputados “no deben ser faltistas, impuntuales, desleales o ineficaces”.
Supongo que el priista que
redactó las “nuevas normas” no comprendía lo que hacía, ni tendrá respuestas a
algunas preguntas. Por ejemplo: ¿cómo eran las “viejas normas”? ¿Cómo son las
“actitudes y conductas” “no-éticas” o “no-democráticas”? ¿Cómo son los
diputados “eficaces” y “leales”? ¿Realmente es necesario prohibir
explícitamente y por escrito la mordida y la venta de votos? Lo ahora
prohibido, ¿antes eran usos y costumbres permitidos? Pero lo más chistoso yace
en el subtexto, en el chip priista del cual emana. Se parece un poco a las
perlas de Virgilio Andrade y de todo el gobierno. Basta con que un reglamento,
o una ley, o la Constitución diga, propugne o prohíba algo para que suceda o
deje de suceder. Si el reglamento dice que los diputados no deberán aceptar
sobornos, no lo harán. Si las leyes de adjudicaciones y responsabilidades dicen
que los funcionarios no deben otorgar contratos en ámbitos donde tengan,
podrían tener o hayan tenido intereses, no lo harán; la prueba de su inocencia
reside en lo que dice la ley. Y si la Constitución dice que la vivienda (o la
salud, o la educación, o la felicidad) es derecho de todos los mexicanos, lo
es. Qué daría uno por ser niño de nuevo, o por lo menos priista.
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