Obama en caballo de hacienda
Jorge Castañeda
29-06-2015
Para muchos dentro y fuera de
Estados Unidos, Barack Obama ha sido un enigma: gran candidato, espléndido
orador, presidente pensante, y primer
mandatario ineficaz. En lo interno y externo, hasta hace poco, destacaban más
sus frustraciones que sus escasos éxitos en el intento por adecuar la menguada
fortaleza de la Casa Blanca en Washington y en el mundo a un entorno complejo y
hostil. Ya no.
Esta última semana y media ha
sido la mejor de sus seis años y medio en la presidencia. Logró triunfos
merecidos, los unos, y ajenos pero asimilables los otros, en retahíla. Obtuvo,
después de una primera derrota humillante, la autorización para negociar sin
enmiendas (“fast-track”), acuerdos comerciales importantes en el Pacífico y el
Atlántico. Por segunda ocasión, venció en la Suprema Corte a la oposición
republicana y ultra-conservadora a su reforma del sistema de salud
(“Obamacare”); ya parece improbable que incluso un sucesor republicano pueda
revertir la joya de la corona de su mandato.
La misma Suprema Corte, en una
fallo histórico, autorizó los matrimonios del mismo género en toda la Unión
americana, mostrando como opinión pública, estados y poder judicial marchan de
la mano cuando las instituciones funcionan. Ciertamente, Obama llegó tarde a
los matrimonios gay, pero llegó; pudo reivindicar la sentencia como suya, y los
grupos LGBT en Estados Unidos no se lo regatean.
Mañana concluye el plazo –que
será extendido- para finalizar las negociaciones (dirigidas por EU) entre Irán
y el P6 con el propósito de llegar a un convenio para enterrar el capítulo
militar del programa nuclear iraní. Si John Kerry y sus colegas ministros de
relaciones logran destrabar los últimos obstáculos -inspección sin previo aviso de sitios
militares, ritmo de levantamiento de sanciones, tiempo de “break-out” del
programa civil al programa militar al cabo de diez años, Obama podrá anunciar
un acuerdo que pasará a la historia.
Por último, pronunció uno de los
mejores discursos de su administración: la oración fúnebre para los nueve
muertos de Charleston, en la iglesia Emanuel, cercana a él y a su esposa desde
hace años. Pudo tratar de nuevo el tema del racismo, sin las ataduras
–psicológicas más que políticas- de su primer período, ya como en su campaña de
2008. Escribí hace algunos años que Obama podía ser un presidente negro o
progresista, pero no ambas cosas; había tenido razón hasta ahora, pero empiezo
a perderla. Que bueno. Para un
presidente fallido o “lame duck”, no está mal.
@JorgeGCastaneda
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